ROCK EN COLOMBIA, MEDELLÍN

ROCK EN COLOMBIA
El rock en Colombia es un tema bien particular, ya que los elementos que posee y se encierran en sí mismo, lo hacen ser de mayor interés. Se ha luchado por tener en los conceptos de inspiración y creación un slogan de identidad única, muy propia. Permitiendo ofrecer al mundo un devenir hacia el mestizaje del rock. Fenómeno que se había producido en Norte América con la entremezcla del hombre de color en el sur y el industrializado del norte.
En el siglo XX este se adorna de notas musicales con conceptos de fondo y de soluciones sociales en su momento, a pesar de haberse perfilado como un tiempo de guerras frías y de divisiones globales. El Rock es  eso, en su ausencia, a pesar de que en el transcurso de su historia aparecen intérpretes dotados de chabacanerías cuyo slogan era perfilar la muerte, cosa que no tiene nada que ver con el trasfondo del rock.
La pluralidad de los artistas que se basaban en la percepción que tenían de la música a comienzos de los 50s. Gestaron un sonido rudimentario  comparado con lo que se hacía en a RCA de Nueva York pero su sentir es una cualidad que no se puede desmeritar en el arduo proceso de creación con los pocos recursos tecnológicos de la época.
La capacidad de los músicos para transformas un ritmo norteamericano o europeo, o de otra índole con facilidad no ha sido gratuita, ya que se requirió de una exquisita sensibilidad por lo que se escuchó y asimiló en el entorno musical.
Los medios de comunicación iniciaron despliegue de los nuevos ritmos foráneos de mitad del siglo XX por toda Suramérica, cuando en caracol (radio Colombiana) apareció un inquieto locutor norteamericano llamado Jimmy reisback, Rock in las Américas: the global politics of Rock in latino América. Editado  por Deborah pacini. Donde estaba el furor de la música del rock and roll bautizada recientemente por Alan fred. Este inquieto DJ programo en Bogotá artistas como Elvis Presley recién entrado al ejército, chuck Berry, Jerry lee Lewis, Ricardito, entre otros artistas más.
La música rock se dio a conocer en Colombia a través del cine y la radio. Se tiene como fecha de nacimiento del rock en Colombia el año 1957 cuando se estrena en el Teatro El Cid de Bogotá la película ¨Al compás del reloj, la cual incluía música de Bill Haley. Aunque hay que anotar que esa misma película fue proyectada en Cali dos años antes, registrándose destrozos por parte del público en el teatro donde se proyectó.
En Cali se proyectó con gran éxito taquillero la película, de esta canción grabada el 12 de abril de 1954. El tema fue incluido en una famosa película de Richard Brooks, Semilla de maldad, en donde había una escena en la que varios jóvenes rompían los discos de su profesor, la canción llegó a ser número uno en las listas, y prendió a los jóvenes colombianos de esa época la llama de rebeldía, en 1956 en Cali también se exhibió en cines la película “semilla de maldad”, donde hubo destrozos y bastante alboroto, posteriormente fue presentada en Medellín, Situación de desorden, se vivió también en Barranquilla donde tal vez entro ese fenómeno juvenil. Los teenagers colombianos ya no querían vivir como sus padres, querían escuchar su propia música, salir de noche, vestirse a su manera y seguir sus propias reglas. En el actualmente abandonado teatro en el Cid en Bogotá, se proyectó hasta 1957 y esta situación también fue descontrolada.
 El nuevo ritmo fue ampliamente difundido, abriendo el camino para la organización de los primeros conjuntos rocanroleros, conciertos y concursos de baile¨.
Cuando el twist llego pisando fuerte en 1962, Bill haley hizo la gira sudamericana y desde México paso a Colombia presentándose en persona en el teatro Colombia, actualmente llamado teatro Jorge Eliecer Gaitán, estrenó sus éxitos latinos “La paloma” y “la Florida twist”, el twist vino a marcar el fin de la era del Rock and Roll original, después de su auge que pasó desapercibido en muchos rincones del país, Medellín asimilo el concepto a pesar de que algunas agrupaciones continuaron interpretando la tradición música tropical, eran los TEENAGER  Juan José Vélez, Luis Fernando Jaramillo, Octavio Gonzáles, Aníbal Ángel y su vocalista Gustavo “el loco” Quintero.
Sin embargo, esta primera moda del rock and roll fue fugaz. En ese contexto, por influencia de grupos y solistas de México y Argentina, del inicio de la beatlemanía y de la difusión cada vez mayor de discos de rock, se organizaron nuevas bandas que años después fueron reconocidas por los medios.
Los que iniciaron este nuevo ciclo fueron Los Pelukas y Los Daro Jets, ambas agrupaciones de Bogotá.







ROCK EN MEDELLIN
Como un guijarro que cae sobre el río, el rock cae literalmente a Medellín. Llega en pequeñas dosis, primero a través de los viajeros que mueven las copias de los grandes grupos anglosajones de la época, y después con los pequeños prensajes de esos álbumes efectuados por las disqueras nacionales, la mayoría de las cuales tenían sus fábricas en la ciudad. De aquí se nutren pequeñísimos grupos de jóvenes de las clases alta y media. Porque la difusión más amplia fue mediatizada por los grupos y cantantes mexicanos, argentinos y españoles, que coparon las emisoras y el gusto de los jóvenes en general, iniciando el socavamiento inexorable de la cultura tanguera, dominante en esos años.
Esta difusión del rock se hizo bajo las formas exitosas y dominantes en el mundo desarrollado y bajo sus denominaciones de twist, rocanrol, yeyé, impulsadas por la industria mediática y empresas manufactureras. En Medellín es Guillermo Hinestroza Isaza, un comunicador de masas ligado al espectáculo futbolístico y musical, quien promueve "El Club del Clan" con un programa radial como principal palanca, el mismo que después alimentará esta cadena, siendo retomado en Bogotá por Alfonso Lizarazo y llevado a la televisión. Como campaña nacional, llegará el famoso "Milo a GoGó" con sus promociones comerciales y concursos en las principales ciudades del país.
De esta manera la recepción del rock en Medellín es copia del fenómeno del Norte. Y es la clase alta la que tiene los medios y el afán de llegar a la moda. Lo novedoso en estos años son las fiestas en los clubes exclusivos como el Medellín y el Campestre, donde la gente rica se viste de hippie y rocanrolera, trayendo ropa importada o comprando nacional en "La Caverna de Carolo", para escuchar las novedades discográficas y bailar los primeros grupos de la ciudad que interpretaban la nueva música.
Es en el ambiente de los jóvenes que asumen el protagonismo del rocanrol medellinense donde se gestan las contradicciones acerca de la manera como se debe recibir el rock, contradicciones alrededor de tres aspectos claves: el mensaje de los temas, la actitud de los noveles artistas y el idioma. La superficialidad de la lírica del rocanrol pasada por los alambiques de las disqueras y las traducciones hispano-mexico-argentinas, fue asumida por los grupos de la ciudad.
El ambiente está listo para la recepción de otras propuestas culturales y musicales. Y ellas llegan desde los bajos fondos de las grandes ciudades del Norte, cargadas con una crítica absoluta a las consecuencias de la modernidad, con una atmósfera pesimista y el rechazo del mundo adulto, que respondían a las mil maravillas al estado de Medellín. Efectivamente, el punk y el metal arriban a la ciudad, de la misma manera que el rock a mediados de los sesenta: en discos y cassetes traídos de Inglaterra y Estados Unidos, que luego se multiplicaban en cintas de circulación mano a mano, para escuchar a Sex Pistols, Dead Kennedys, The Clash o Ramones. Pero la recepción va a ser muy distinta.
Ahora es imposible pensar en letras frívolas. En medio de la crisis social, la música tiene que dar a los jóvenes la voz que la sociedad les quita, y por lo tanto debe haber un mensaje en las canciones y debe posibilitar que se entienda. El español tiene que ser el idioma de nuestro rock. Y además ha de ser rock, ha de ser un ritmo fuerte que exprese la actitud de rechazo y crítica al medio y sus instituciones, nada de pop, nada de melosidades. Ese es el comienzo de la formación de comunidades de gusto entre los jóvenes aficionados al rock en Medellín.
En este ambiente aparecen los "parches" y las "notas" en los barrios populares como espacios predilectos de esas comunidades de gusto. Comunidades que giran alrededor de la música, para circularla y hacer traducciones de las letras de las canciones, y, muy importante, para conversar sobre sus vivencias, sus problemas, la pobreza, la muerte, de por qué existimos, algo filosófico.
El rock se esparce por toda la ciudad, de Envigado a Bello, de Belén a Manrique, de Castilla a El Poblado. Las comunidades de gusto se afianzan y surgen los grupos de punkeros, metaleros, vieja guardia, hardcore y, luego, new wave y rap. La irrupción de comunidades de jóvenes con fuertes identidades de expresión cultural, incluyendo costumbres vestuarios y cabezas, genera dos fenómenos, uno de represión y otro de disensiones entre los grupos. Los grandes conciertos empiezan a ser escenarios de violencia, como en la Plaza de Banderas 82 y La Macarena 83. Los pequeños conciertos son boicoteados permanentemente, pues la policía -muchas veces instigada por los vecinos- allana los locales, hace disparos, decomisa la botas de los muchachos y destruye los equipos. Esta va a ser una historia repetida a lo largo de los ochenta y bien entrados los noventa. En gran medida es una represión oficial que genera reacciones de confrontación de los jóvenes con la policía; desde los graffitis hasta las calles.

El rock en Medellín es hoy un movimiento vivo de cada barrio, en cada grupo de jóvenes, en cada clase social. 










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